El confesionario
Lucía sentía una gran culpabilidad que la llevaba a
confesarse cada semana. No era capaz de frenar su apetito sexual y se entregaba
de manera liviana a todo hombre que la acechara. Su padrastro aprovechaba la
debilidad de la joven para servirse de sus favores. Sus vivencias estaban
cargadas de abusos consentidos. Tras el confesionario, una mano complacida se
agitaba…
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